100 años de la publicación de
Campos de Castilla de Antonio Machado
DE LOS MITOS CLÁSICOS A LOS VALORES ETERNOS:
LA POESÍA DE MACHADO, UNA PEDAGOGÍA DE LA INTEMPORALIDAD
GUILLEM VALLEJO FORÉS
Pocas veces en la historia de la literatura española confluyen en un mismo escritor la presencia de la tradición clásica, con las ansias de reformismo, de sacudir con la fuerza del verbo los falsos cimientos de la superchería y de la ignorancia. Y es que Machado, como muchas veces se ha dicho, le tocó vivir entre dos épocas: el modernismo con la huella del simbolismo, que de Rubén Darío a Juan Ramón Jiménez iría dejando su rastro en la mejor poesía del siglo XX, y por otra parte, la generación que Azorín dio en llamar del "98" y que reuniría en un ideario regeneracionista a escritores que unirían sus plumas en una misma finalidad: mejorar España, devolverle un rumbo que años de clericalismo y de atraso histórico habían conducido a la conocida tendencia de mirar a otro lado ante las injusticias y los vicios heredados. Así lo expresaría Machado en 1910 en el homenaje a Antonio Pérez de la Mata: "El hombre que lleva su espíritu y su corazón a un ideal cualquiera, ¿no es un Hércules de alientos gigantes cuyos hombros de Atalante podrían sustentar montañas? (I.GIBSON:[2006:222-223]). Como le sucedería a Lorca, a quien Machado recordaría años después de su muerte con esos versos contundentes: "El crimen fue en Granada", Machado pasó del intimismo simbolista a la dura realidad de España, con sus paisajes, sus gentes y la denuncia de esos males que un siglo antes Larra había convertido en diana de muchos de sus artículos. No "sustentó montañas" pero sí fue capaz de mantener con dignidad el peso ético de una poesía comprometida con su realidad. Se despojó así paulatinamente del tono introspectivo, melancólico de "Soledades, galerías y otros poemas" y su verso adquirió el nervio necesario para decir sin ambages "su palabra en el tiempo" que le tocó vivir, no desde el "altar de la belleza", ni desde la "torre de márfil" de los parnasianos, sino en los "campos de castilla", en las tierras después de "Baeza". Testimonio de ello es el tránsito de unos mitos a otros en este proceso de evolución poética. El solipsismo reflexivo y decadente de su primera etapa se manifestaría en mitos como el de Narciso o el de la búsqueda infructuosa de Eros; mientras que al adentrarnos en su etapa más noventayochista, mitos como el de Orfeo y, sobre todo, la rebelión de Prometeo, traslucen los valores de un cambio personal que se manifestará también en compromisos éticos con la sociedad de su tiempo.
Hubo de todos modos algunos acontecimientos biográficos que fueron decisivos en esa pedagogía que rezuma en buena parte de su obra y que, apoyándose muy a menudo en la tradición clásica, persigue ese mismo diálogo socrático que como profesor en su cátedra de francés y años después de filosofía y de literatura española se esforzaría en convertir en norma de vida y en forma ética y estética. Quizás el primero y más significativo fue la hermosa herencia familiar. Por parte paterna recibió la importancia del folklore y la educación de la ILE que ejercería una notable influencia en su forma de entender el arte y la poesía. Uno de los valores que le acompañará hasta su muerte y que se recogerá en una de las coplas de "Poesías de guerra" es el valor del empeño:
Y en el ancho llano
me quitarán la ventura
-dice el viejo hidalgo-,
me quitarán la ventura
no el corazón esforzado. (Machado [1975:463])
También en Proverbios y cantares (277) además de una defensa del pasado, nos insistirá en el valor de la paz:
Siembra la malva
pero no la comas,
dijo Pitagoras.
Responde al hachazo
-ha dicho el Buda ¡y el Cristo-,
con tu aroma, como el sándalo. (Machado [1975:300])
Es precisamente en "Proverbios y cantares" donde se hace más patente la condensación de una sabiduría popular que tiene en cuenta el valor socrático de la comunicación basada en la comunión con los demás: "Poned atención:/un corazón solitario/no es un corazón". Para ello el ser humano ha de vencer el peligro de Narciso, la trampa de quedarnos cerrados en el solipsismo de nuestra identidad. Así lo dejará claro en esta misma sección: "Todo narcisismo/es un vicio feo/ y ya viejo vicio"(Machado [1975:289]). Y para dar ese salto a los otros conviene recodar dos de las experiencias vitales que acompañaron al autor de Campos de Castilla, por un lado su experiencia en Soria donde no sólo conocerá el amor y, por tanto, como decía Jose María Valverde, a "la otra", sino también el paso decisivo por París y, por ende, por la filosofía de Bergson, a la que tuvo acceso en los cursos que a principios de siglo dictaba este, en el breve tiempo que pudo compartir con Leonor, lejos de Soria. La relación con los otros/as ha de llevarnos a descubrir la verdad: "¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla./ La tuya , guárdatela"(Machado [1975:304]).
El último valor que ya anunciaba al principio y que se reafirmará en la poesía de Machado a medida que la situación en España urja a un compromiso, a un posicionamiento ante lo que nos conduciría años después a la guerra civil española, es el valor de la rebelión prometeica, el del fuego más que robado podríamos decir recobrado, un fuego que nos habla de un mundo libre, al que Machado soñaba que llegaran las generaciones futuras, como lo cantará de forma preciosa y concluyente en "Una España joven".
Tu juventud más joven, si de más alta cumbre
la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre,
como el diamante clara, como el diamante pura. (Machado [1975:240]).
La "divina lumbre" tiene mucho que ver con eso que Mairena llamaba el "pensar alto" (Machado [1989:116]), el primum philosophari, ese acto de hybris del que es capaz de practicar "el ceño de la incromprensión, propio de quien piensa algo en contra de lo que se le dice, que es, casi siempre, la única forma de pensar algo" [1989:116]). Esa juventud que se afirma a sí misma en su pensamiento, en su búsqueda de un mundo nuevo, fue para Machado más que una esperanza, la certitud de que sólo en una educación en valores era posible construir una sociedad más justa, más humana, una sociedad "despierta" a lo que de divino hay en nosotros: el fuego de la memoria, de la poesía, de la eterna verdad que perdura en el corazón de los hombres.
Bibliografía
- Gibson, Ian.[2006]: Ligero de equipaje. Madrid, Ediciones Generales S.L.
- Machado, Antonio. [1975]: Poesía completas, prólogo de Manuel Alvar, Madrid, Edición Austral.
- [1989]: Juan de Mairena, ed. de Jose María Valverde, Madrid, Clásicos Castalia.
- Salinas, Pedro.[1981]: Poesía completas, ed. de Solita Salinas de Marichal, Barcelona, Seix Barral.
- Valverde, José Maria.[1975]: Antonio Machado, México, Siglo XXI Editores.
GUILLEM VALLEJO FORÉS (Barcelona, 1962). Es doctor en filología clásica y profesor de lengua y literatura castellana. Es un autor bilingüe, ha publicado como poeta en castellano, los libros Las verdades imposibles (1ª edición, 1989; 2ªedición 1991) y Perfil sin sueño (1993. Premio Fundación la Carolina). En catalán ha publicado Mirall obert (1995; Premio Goleta i Bergantí). Su poesía ha sido antologada en varias antologías: Los nuevos poetas (1994); 10 de Barcelona (2008); El laberinto de Ariadna (2008); Erato, bajo la piel del deseo (2010), Las tardes del laberinto (2011). También ha escrito ensayo de crítica literaria. Dirige, como presidente y fundador, la asociación "Poesia en Acció", que promueve la antología poética Poesía solidaria (Poemes per a un món millor) de la que se han publicado ya trece ediciones.
|