ALGA Revista de Literatura
nº68 - otoño 2012




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    • Campos de Soria
      de Edu Barbero

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Lecturas. Textos comentados

    RODOLFO HÄSLER

    RODOLFO HÄSLER (Santiago de Cuba, 1958). Desde niño vive en Barcelona. Estudió en la Escuela Suiza de esta ciudad, y luego Letras en la universidad de Lausanne, Suiza. Ha publicado los siguientes libros: Poemas de arena (1982); Tratado de licantropía (1988); Elleife (1993); De la belleza del puro pensamiento (1997); Paisaje, tiempo azul (2000) y Cabeza de ébano (2007). Ha obtenido la beca de la Oscar B. Cintas Foundation de Nueva York. Ha sido incluido en varias antologías en España y América Latina. Su último libro, Cabeza de ébano, ha sido traducido al macedonio, italiano, francés, portugués y alemán.



    Peces que duermen
    Esther Zarraluki
    Consulta Libri Progetti, Bolonia (2012)

    Poesía. 95 páginas.

    Esther Zarraluki es una poeta que saca a la luz solamente la obra que ha pasado por un largo proceso de destilación. Desde 1982 que publicó su primer libro, Ahora, quizás, el juego, hasta esta nueva entrega, Peces que duermen, en 2012, tiene cuatro libros editados, además de varias plaquettes y cuadernos. Por lo tanto, lo primero que destaca en su trayectoria es que ha elegido un camino que es el que mejor la define, aquel que la lleva a ser completamente consecuente con su manera de sentir la vida, la poesía y la relación con su entorno, es decir, nunca forzar aquello que llega de determinada manera. Ese no forzar, esa disposición a dejar que las cosas fluyan y encuentren su propio camino está presente en toda su poesía y muy especialmente en esta ocasión, Peces que duermen, donde ya el título es una apuesta y una definición.
              Esther Zarraluki es hija de pintores y esa es su primera formación visual y sentimental. El mundo del arte no le es ajeno, sin quererlo siquiera, en un caso así, la maduración estética se da ya con una base recibida con absoluta naturalidad. Esther mira y lo que su retina percibe pertenece al mismo material que aquello que va acumulando. No temo equivocarme si digo que su escritura le debe mucho a esa manera tan pictórica de mirar; el poema brota y acaba enmarcado, en cierta manera, agarrado por un borde que lo contiene, y en ese recuadro sucede todo aquello que la emoción permite.
              Y en Peces que duermen la autora ha ido más allá, ha tomado las armas de la absoluta libertad: la poeta se lo permite, porque se lo puede permitir. Fruto de la vieja amistad y cercanía con el trabajo del fallecido escultor Jordi Roura nace este libro que es un diálogo, en primer lugar, con la belleza. La belleza es un tema que merece ser tratado con cuidado en los tiempos que vivimos, en los que pareciera que fuera un tema despreciable, superfluo, pasado de moda, que no quiere decir nada, y nada de eso, sin el bálsamo de la belleza y sin su efecto sobre nosotros nada tendría la profundidad necesaria para permanecer, como insinuó de manera duradera Goethe en su tiempo. Y este nuevo libro es un encendido diálogo con la belleza, cómo ésta nos impacta y nos transforma, cómo es su efecto en el alma humana, qué sucede cuando nos lo encontramos de frente. Partiendo de una serie de esculturas de Roura, la poeta, detenidamente, en un silencio que es el gran punto de partida, y eso se nota, es me atrevo a decir, silencio vendría a ser la primera palabra de cada poema, para después permitir que el lenguaje fluya preñado de toda la emoción. En el titulado Fusta de cirerer americà tallada i polida, el poema comienza con el siguiente verso, en catalán: "Has de saber tocar-la amb els ulls.": "-Has de saber tocarla con los ojos." Tocar con los ojos y mirar para adentro. Y continúa el poema:
              "No puedo, las manos sienten la llamada de la ma-/ dera tallada, de las formas equilibradas y estables./ La razón pule las cortezas, los nudos, los inviernos/ de ramas desnudas. Si la toco me traerá el tronco/ y sus insectos,…."
              La atracción natural por la forma o la materia trabajada que produce un nuevo objeto es determinante, y a la vez esa incapacidad de frenar el escape hacia la más pura sensualidad del tacto de la madera, la sensibilidad que se ofrece y nada se interpone entre esa opción, llamémosla ya una educación, y el descubrimiento absoluto de la intuición. Ese deseo de ser a la vez el elemento transmisor y a la vez el material, el resultado, ese acercamiento a la experiencia poética que va en ambas direcciones, la poeta como ejecutante y a la vez transmisora de la emoción, de su mensaje más oculto, es un aspecto que desde su primer libro, y fuertemente presente en Cobalto, aquí alcanza un punto mucho más reflexivo, donde la intervención de la persona - poeta es mucho menos presente, donde el sujeto casi desaparece para llegar a ser el objeto que muestra. Es muy interesante resaltar que en la obra poética de Esther Zarraluki está muy presente la reflexión sobre el valor y el sentido del arte, y ese hecho es llamativo pues no abunda en la contemporánea poesía española. En el último poema del libro dice:

              "En las habitaciones, lo que dejaste y su misterio.
              Una caja vacía, un lago lleno de piedras. Recogi-
              mos tu pijama y lavamos los platos de tu última
              cena. En cada cosa está nuestra ausencia: zapatos,
              libros, fotos en las que sonreímos hacia la cámara,
              junto a desconocidos para quien un día las mirará,
              cansado y cohibido. No hay suficiente delicadeza
              en el mundo para tanto objeto, para tanto olvido."

              El libro termina quizá sugiriendo que tanta belleza consoladora, tanta búsqueda de una posible solución - o salida - que ofrece el arte ante el desasosiego de la vida cotidiana, puede que se vaya, se desvanezca desde el momento que la deseas, que la mencionas, pues el misterio, si lo manejas, se aleja, y eso Esther Zarraluki lo sabe mejor que nadie, por eso la lentitud en su modo de trabajar, la crítica acerada hacia la propia obra, la sinceridad extrema de este libro que por eso mismo, al leerlo, se alcanza su contrario, y se nos hace imprescindible.


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