DEDOS DE LUZ
A Frida Kahlo
Destrozó tus entrañas
el hierro lacerante,
pero fuiste más fuerte
y no arrebató tu belleza.
Viviste plenamente,
cabalgando sobre el mundo
y lo hiciste tuyo,
manso corcel
bajo las riendas de tus manos.
Amaste con pasión,
todo lo que una mujer como tú
puede amar a los hombres,
desde tu inmarchitable libertad.
Tus dedos recibían
la luz y la plasmaban
en lienzos coloridos
desde donde las mujeres humildes
de tu pueblo miraban
con tus ojos desafiantes.
Y luego, una tarde,
te fuiste tras el sol anaranjado,
que, lentamente,
naufragaba en el mar remoto.
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EL PROMONTORIO
Ni Orion, ni Betelheuse.
¿Qué es lo que veis, responded, malditos morabitos?
Luciérnagas atrapadas en melaza, Señor.
Derek Walcott
Subí hasta el promontorio de tu pecho,
duna creada
para la caricia y el labio,
y cavé con mis manos
hasta tu corazón.
No encontraron mis dedos
dura tapa de cofre,
sino algo blando y dulce:
miel dorada color de ámbar.
Allí me convertí
en luciérnaga de Walcott
y brillé sólo para ti.
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