ALGA Revista de Literatura
nº67 - primavera 2012




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    • Borges
      de Federico Gallego Ripoll

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Páginas centrales

    TALLER DE LITERATURA


    Jorge Luis Borges

    Una aproximación al universo narrativo borgiano
    por Susana Lastra

    Borges, la lectura y los sueños
    por Teresa Martin Taffarel

    Los años sin tiempo
    por Elvio René

    El tratamiento de la muerte en Para las seis cuerdas
    de Jorge Luis Borges

    por Santiago López Navia

    Antología de textos
    Selección: Susana Lastra


    LOS AÑOS SIN TIEMPO

    ELVIO RENÉ

    Tenemos el hábito de fijar la imagen de las personas en el período más popular de la vida de éstas, bien como artistas, como artesanos, o como profesionales de cualquier índole. No es raro, entonces, que manifestemos cierto asombro al descubrir que un individuo mostraba, en su niñez, tendencias alejadas de su porvenir luego conocido. Incluso nos divierte ver a tales personajes desprovistos de toda conducta adulta. No es mi propósito hacer un análisis de los rudimentos del escritor. Lo que deseo es difundir, sencillamente, la etapa ineludible en que Borges no era Borges, sino un niño llamado Jorge.
              Jorge Francisco Isidoro Luis Borges creció (sin sospechar que guardaba un completo universo) en el seno de una familia culta y decidida, de holgada economía. La sangre criolla que rodaba por esas venas sutiles procedía de la sangre anglosajona y portuguesa de sus padres: Leonor Acevedo, su madre, y Jorge Guillermo Borges, su padre, abogado y profesor de psicología e inglés. Su madre había aprendido el inglés instruida por su esposo, de modo que el niño creció en un ambiente bilingüe junto con su hermana Norah. Con Norah resolvía Jorge el enigma de los juegos infantiles en el jardín arbolado de la casa del barrio de Palermo, un jardín con verja de puntiagudo hierro, recordado más de una vez en la literatura borgeana. Eran juegos precozmente teñidos con las ilustres anécdotas de sus abuelos desaparecidos, ambos militares y de estirpe guerrera, comprometidos en las luchas posteriores a la independencia argentina. A la sombra de esas batallas ya legendarias, los dos hermanos juegan entre cañas reales y fieras imaginarias. Las cañas serán lanzas gauchas apuntando a un enemigo invisible en una carga de caballería; las fieras, progresivamente, irán tomando forma de tigre. Corre la primera década del siglo XX.
              La casa de Palermo, enorme, tiene delante un zaguán y detrás un aljibe y un molino que Borges recordará con honor en un poema, pues las casas vecinas tenían que nutrirse con el agua del río servida por el aguatero. En aquellos años, las orillas de Palermo todavía usurpaban la pampa misteriosa. Había dos patios en la casa. El primero era el del aljibe; el último, el de los esclavos. La esclavitud, abolida en el país medio siglo antes, perduraba en esa construcción.
              Por las noches, Jorge dibuja. En esa época nacen los tigres. Su padre le revela el poder de la poesía, donde las palabras no eran sólo un medio de comunicación, sino símbolos mágicos y música. Así, tirado en el suelo boca abajo, sumergido en los colores del atlas, en el hechizo de la historia y en las fantasías de los cuentos, transcurre la niñez del genio: él, convertido en príncipe; Norah, convertida en reina. Ambos se asomaban por la escalera del salón para escuchar los gritos de la multitud reunida abajo. Su madre le había asignado una institutriz inglesa llamada miss Tink. La institutriz dirige sus estudios y ese año será el último. Jorge tiene nueve años.
              De todos los recuerdos confesados por Borges, el más lejano late en un jardín, en una verja de hierro y en un arco iris formándose en una de las márgenes del Río de la Plata, condenadas a no verse nunca. Innumerables veces miró el caudaloso río imaginando el mundo soñado en los libros, un mundo que se ocultaba tras la redondez del agua.
              Al fin, a los quince años, la puerta de la niñez se cierra para siempre; toda la familia se traslada a Europa. Corre 1914, y la guerra los recluye en Suiza. Allí, en Ginebra, lo esperaba el bachillerato, el francés, el alemán y, subrepticiamente, la gloria.

    ELVIO RENÉ es miembro del Grupo de Poesía ALGA. Ver: http://www.poesiaalga.org/