XIV- La noche tiene la forma de un grito de lobo.
ALEJANDRA PIZARNIK
COMO UN GRITO
I
Esa noche no habrá luna que sea testimonio de tu reto
Acaso ya no importe ver el rostro del enemigo
del cazador impune o de tu propio espectro
Todo aquello que perturbó tu espíritu
Tus miedos suspicaces
Tu cuerpo hacia la huida del bosque de ti misma
hacia su propio centro
Tu espanto del fragor de los disparos
Esa noche todo ello quedará lejano emborronado nimio
II
Próxima a atravesar este puente de plata hacia un metal
más noble e implacable
recordarás los nombres tantas veces caídos en olvido
de las cosas guardadas en baúles en un rincón del sótano
de tu abrupta e intrincada memoria
E imágenes de lluvias anegando la fe que en ese día
como una catedral fantasma querrá abrirte sus puertas rígidas
de arquivoltas hacia espacios translúcidos
Y verás las ciudades enclavadas con pies sobre canales
desafiando al mar arrancándole un hilo
que enhebrado a la aguja de la tierra sigue tejiendo vida
Y quedarán colgadas de los cuadros vivientes
frente al alba y su ocaso
Mientras tú sin quererlo al trote del instante te alejarás aullando
envuelta en el violáceo color de la nostalgia
III
No valdrá el haber traspasado tu tiempo con alguna destreza
Que te parezca haber vivido mucho de lo bueno y lo malo
Delante de la puerta de hierro que chirría que guarda
el no señalizado laberinto sin hilo
Como el pozo cegado que al mal paso te lleva al no retorno
qué pocos voluntarios de Teseo sin ovillo ni Ariadna
cuando afuera sin ti el mundo ha de seguir girando
IV
De qué te servirá que en último instante una divinidad
queriendo hacer justicia te haga revelaciones vagas.
Creerás, que esa tensión interna que agolpaba la ira
hacia el depredador humano
será juego de niños o pequeño espejismo de la mente
Y a pesar del exilio en el país llamado del olvido
en el que tantas veces te viste forzada a refugiarte
ese día siempre hallarás un éxtasis de alguna madrugada
Un sublime despunte del trazo circular del globo enrojecido
tras la colina verde
O el resplandor del rostro de la hija -aquella a la que más amaste-
Sobre todo esto último es lo que ha de doler más
V
Pero yo sé quien no soy sé quien no he sido y quizás como tú desconfío
de ese sistema humano que bajo el lema falso de libertad
ha arrasado el genuino bosque libre
Donde antaño se defendió mi estirpe de los convertidores
de todo lo silvestre
Que creció sin muñones ni tergiversadores
de toda su verdad
Del secreto latido del corazón de la ubre nutriente
de hijos propios y ajenos
Que nació sin los números que
mercenarios anónimos y gentes conocidas
inscriben en sus tallos con la sangre de todas las heridas
del animal errante
VI
Pero yo solo entrego a ti el llanto de mi aullido y escribo para ti
Que haces oídos sordos a mis detractores
Que sabes que se amagan y envuelven en pieles candorosas
de cordero
Que también has sufrido sus celadas y conoces las llaves
que abrirán las esclusas hacia las aguas dulces
Que has oído apretar el gatillo y te demoras ante la impuesta
velocidad de la carrera
Que aguardas tras la puerta de un parque inabarcable
amurallado
Que sueñas y que intuyes un mundo de respeto frondoso
extirpado del coágulo con ambición de mina
VII
Que aun después de ese día, de esa noche,
erguida sobre el monte ululará a la luna
como un grito
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