La primera cosa que sintió
la humilde y sonrojada semilla
fue un escalofrío;
tras la primera mordida
hecha por el descarnado,
despiadado sol - de muerte -
de aquel mediodía árido.
En aquel inhóspito paraje,
sintió arrancar, despegarse,
una fuerza inusitada.
Incontestable pregunta
siembra la duda pertinaz
que se aferra, y resquebraja
la bóveda del nuevo ser.
El primitivo sentir del romper
del cascaron colmó
de relajación al impaciente
progenitor, el imponente,
espinoso, Rey del Desierto.
Reprime a los mastines de tus ojos,
no dejes escapar a los perros
que lamerán tus mejillas,
aullarán tus desgracias
y escupirán tus verdaderas entrañas.
Haz que muerdan el ladrido,
se coman la sal que guardan,
que su azul no lo vea el cielo,
y si lo consiguen, si huyen,
que sea con perlas al viento.
Ladrones de la mentira
muestran la evidencia, tu intención,
su botín, oro líquido translúcido,
y muerdes tu labio inferior
con rabia e impotencia.
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