ALGA Revista de Literatura
nº65 - primavera 2011




Dirección:

  • Goya Gutiérrez

    Redacción:

  • Xavier Carreras
  • Ignacio Gamen
  • Susana Lastra
  • Elvio René
  • Jorge Stoysich
  • Enric Velo


  • Edición:
  • Grupo de Poesía ALGA

    Responsables de la edición del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo

    Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
    • Esquarterada (2010).
      Ferro i roba, mides canviants
      de Maïs (Marisa Jorba).

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/

    Poesía - Colaboración Especial

    MIQUEL HERNÁNDEZ

    "Poeta" (Orihuela 1910 - Cárcel de Alicante 1942).

    De familia humilde, no pobre, hizo estudios primarios y comenzó el bachiller. Luego su padre le puso a cuidar cabras y él aprovechaba el tiempo de pastoreo para leer y escribir poesía. Ramón Sijé y D. Luis Almarcha consiguen que publique Perito en Lunas (Enero1933). Los poemas de El silbo vulnerado fueron apareciendo en El Gallo Crisis, la revista filofascista de Sijé.

    En 1934 la revista Cruz y Raya le publica un auto sacramental que le abre las puertas del Madrid literario. Neruda, Alberti, Aleixandre, lo inician en la poesía más moderna y el compromiso social. Raúl González Tuñón le mostró la posibilidad de una estética acorde con la ética social. Muere Ramón Sijé y le dedica la famosa Elegía que incluyó en El rayo que no cesa (1936) junto a bellísimos poemas de amor. Este libro fue su consagración.

    Los sucesos del 18 de julio le producen gran desasosiego. Al conocer el asesinato de Lorca, entrega a la causa republicana su persona y su creación lírica: Vientos del pueblo (1937) es un canto entusiasta al heroísmo del pueblo; En El hombre acecha (1939), su entusiasmo desciende ante el hombre embrutecido por la guerra

    Acabada la guerra, es condenado a muerte, pena que se le conmuta. Consumido por la tuberculosis expiró el 28 de marzo de 1942. Lo dejaron morir premeditadamente. Cancionero y romancero de ausencias, recoge el dolor por la muerte de su hijo Manuel Ramón y poemas escritos en la cárcel. Otros aparecieron bajo el epígrafe Últimos poemas.

    HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA
    (Fragmento)

    I

    (Hijo de la sombra)

    Eres la noche, esposa: la noche en el instante
    mayor de su potencia lunar y femenina.
    Eres la medianoche: la sombra culminante
    donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
    (…)

    Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
    la visible ceguera puesta sobre quien ama;
    ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
    ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.

    La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
    besos que la constelen de relámpagos largos,
    bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
    arrullos que hagan música de sus mudos letargos.
    (…)

    El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido
    y a su origen infunden los astros una siembra,
    un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
    que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.

    Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
    Tendiendo está la sombra su constelada umbría,
    Volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
    Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.

    II

    (Hijo de la luz)

    Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
    Recibes entornadas las horas de tu frente.
    Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
    tu cuerpo. Tus entrañas forjan al sol naciente.
    (…)

    La noche desprendida de los pozos oscuros,
    se sumerge en los pozos donde ha echado raíces.
    Y tú te abres al parto luminoso, entre muros
    que se rasgan contigo como pétreas matrices.

    La gran hora del parto, la más rotunda hora:
    estallan los relojes sintiendo tu alarido,
    se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
    y el sol nace en tu vientre donde encontró su nido.
    (…)

    Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
    se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
    que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
    y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.
    (…)

    Hablo y el corazón me sale en el aliento.
    Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
    Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
    Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.

    III

    (Hijo de la luz y de la sombra)

    Tejidos en el alba, grabados, dos panales
    no pueden detener la miel en los pezones.
    Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
    luchan y se atropellan con blancas efusiones.

    Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
    Hasta inundar la casa que tu saber rezuma.
    Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
    tú toda una colmena de leche con espuma.

    Es como si tu sangre fuera dulzura toda,
    laboriosas abejas filtradas por tus poros.
    Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
    junto a ti, recorrida por caudales sonoros.
    (…)

    Para siempre fundidos en el hijo quedamos:
    Fundidos como anhelan nuestras ansias voraces:
    en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos,
    en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.
    (…)

    Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
    Seguiremos besándonos en el hijo profundo.
    Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
    Se besan los primeros pobladores del mundo.

    De Poemas últimos (1938),
    en El hombre y su poesía, Antología (12ª Ed.),
    Ed. Cátedra (Madrid, 1989)

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