ENTREGA
(Lepanto, 1571)
El cárdeno mar ahoga la batalla.
Densa es el agua roja y cuarenta mil
los muertos.
¿En qué ángulo del caos, de perpetrados
cuerpos, de remos, de bajeles deshechos
se hallaba?
Unas negras aletas disputan la desdicha
del herido que cae al abismo voraz.
El presagio de un sueño desvela su ironía:
los peces devoran a los hombres.
Deduce que la vida lo colma de indulgencias;
hoy debe despojarse de lo grave y lo fútil.
Acosado de lances
que la breve rodela desbarata
el soldado regresa a la batalla.
Dentelladas de hierro lo derriban.
Otra vez se levanta.
Un sabor a lenta sangre le rige
los labios y el aliento.
Sin otro lema que encontrar la esencia
resueltamente avanza, entregado por fin
al vórtice más dulce
de glorias y de ruinas.
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Tu mirada en la mía.
Un vaso de esperanza
toca mis labios.
Un suspiro en el alba
es el negro más oscuro
de la noche traicionada.
Las siete y media sin ti.
Con mis ojos a solas
respiro tu verano.
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