II El canto del muecín
Chirriante y lastimero
el canto del muecín rasga la aurora.
Te asomas al balcón,
te quedas silencioso,
sonríes, luego, irónico y murmuras:
Combien je vous aime,
oh voix argentines,
cloches du pays,
quand je vous entend.
Y vuelves a acostarte
con las manos unidas tras la nuca
y los ojos cerrados.
Un leve tic de párpados
y cejas se acompasa al borboteo
de sonrisas que alegran
las tristes comisuras de tus labios.
Incrédulo y nostálgico,
vas pasando las páginas
del álbum de tañidos
que marcaron las horas de tu infancia:
campanadas a misa,
martilleo de fragua; y en las fiestas
repicar exultante,
bandadas de palomas,
desfile majestuoso de cigüeñas;
ay, doblan las campanas
-agudo, pausa, grave-, te estremeces,
pero luego sonríes,
¡recuerdas tantos rostros
amables que te esperan!
Comed todos de él
porque esto es mi cuerpo
Alegres campanillas,
velo sutil de insondables misterios,
burbujas iriscentes,
encantadoras hadas
de un mundo de ilusión desvanecido;
ah, el reloj de la torre,
marcapasos de insomnios, soledad,
amor, angustia y vida…
-¿Duermes?… -abres los ojos,
sonríes, te levantas y la besas.
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III Ordu Cadessi
En el principio fue el caos:
decenas de furgonetas
aquí y allá descargando
y cargando enormes bultos
a espaldas de improvisados
adolescentes jumentos,
esclerotizan el tráfico.
Entre el fragor de motores,
olor de gasoil y asfalto
y bocinas estridentes
que a gritos exigen paso,
como racimos de uvas
van los tranvías borrachos.
Por aceras invadidas
de tenderetes que ofrecen
perfumes, bisutería,
relojes, bolsos, zapatos,
chaquetas, faldas, camisas
tabaco… todo de marca
a precio de fantasía,
castañas, boniatos, higos,
frutos secos, golosinas,
frutas frescas, agua, pan,
quebab y mil mercancías,
-gritos, polvo, olores varios-
tu sombra avanza aturdida.
- ¿Qué te pasa, estás cansado?
-Sigo el vaivén de mi sombra
cómo va de lado a lado.
- ¡Pero si está tras de ti!
Anda, vamos a sentarnos.
Un bocata, dos cervezas,
en "El Toro Mejicano",
una micción larga larga,
media hora de descanso…
tu sombra vuelve a su sitio
y una voz suena en lo alto:
"¡Hágase la luz!" Y ella
puso el orden en el caos.
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