Portieri di notte (Fragmento)
Los insomnes no tenemos salvación. Oímos toda la noche el ruido infinito de la autopista, machacando nuestro propio ritmo cardíaco, como una cadena o el aire acondicionado de los hospitales que transmite la enfermedad, como el motor ahogándose en un barco en el puerto.
¿De qué batalla no volví?
(…)
Los insomnes estamos destinados a amarnos como locos hasta la muerte entre nosotros. Sin descanso. Atados a los mástiles o colgados de las norias, donde la gravedad es más intensa. Me mareo. Quítame tú las ganas de quedarme sin estómago. Seré feliz, seré feliz si me alimentas con tus dedos mientras giras en torno a mi deseo in la notte.
(…)
Los insomnes nada más podemos hacer que sobrevivir a todas las guerras y escuchar, con un poco de suerte, la lluvia cuando cae mansamente.
Invocación a la sombra1
No es mi sombra muy larga. Camina tras de mí dos o tres pasos.
Pero no me conoce. Habita mi casa y comparte la tarde
por las innumerables tiendas del centro
de la urbe, encogiéndose temerosa del tráfico a mi lado.
No habla.
Me tira de la falda si se aburre de mí.
Juega conmigo y en la noche resopla encaramada
como un gato al cabecero de mi cama. Pero no me conoce.
Si lo hiciera, no dejaría que hablara a solas siempre
delante del espejo, enloqueciendo.
(1) Antiguo rito de brujería que se practicaba con finalidades amorosas.
Lo describe bien María Tausiet.
Del libro Las esquinas de la luna (2009)
Parábola de la mujer en el balcón
Antes plantaba flores. Cultivé geranios media vida como si fueran a salvarme de algo.
Los cuidé casi igual que a mis hijos. Ahora riego esta antena
parabólica, con más mimo aun si cabe, para que crezca y me proteja
de la desgracia como la carpa de un circo.
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