EL INSTANTE
Es la tarde del miedo,
del martillo y los clavos,
del vinagre en lo alto de la caña.
Es la noche temprana
sesgada por el hierro
y la mano asombrada de Longinos.
La lanza del romano
penetra en el costado
rompiendo sangre y agua
de aquel hombre en la cruz.
Un fulgor en la carne
y la súbita herida ya es eterna.
SAL
(S.VIII)
La campana de vísperas
encalma la penumbra del cenobio
y más allá de los muros
adormece los nidos del boscaje.
Los novicios, en fila,
caminan por el claustro hambriento.
Desde el áspero atril del refectorio
la nutricia dulzura de los salmos
al discípulo llega indiferente.
Con ojeras precoces
y cuchara en la mano
interrogan los monjes la escudilla
cuyo fondo ahoga, en ancha rebanada,
el grueso pan frotado
con ajo de la huerta.
Es ajo bienhechor, y su oficio punzante
es distraer con maña
el sueño de la sal
en caldo ardiente.
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