El orbe gira tenso y contiene,
por igual, vida y muerte.
Siente la savia y siente la ceniza
aquél que osa hablar con el Misterio.
ANTONIO COLINAS
QUE NADIE INTENTA POSEER (Fragmento)
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I
En las alturas la levedad del cuerpo
La casa hecha de aire cimentada por alas
para no encadenar la alegría
de vivir en lo fugaz la verticalidad
la vida alada
Un grupo de vencejos ha traspasado
la limpidez del cielo
Humildes aves malabaristas
siempre en ascenso
¿Por qué ese vuelo ese alejarse
de lo de abajo de lo terreno?
¿Quién les advierte
de ese otro vértigo
de ángel caído?
IV
Las aves de la noche salen de fiesta y ágape
Perfilan sus ojos cristalinos
Maquillan de amor su rostro de corazón
por tanto inofensivo
Pero se posicionan desde arriba
observando la danza dentro de la espesura
Pequeñas negligentes
a oscuras sin la luz de la luna
quieren fraternizar se elevan
ignorando:
Las garras camufladas dentro de blancas plumas
El negro albor de las alas cerniéndose
La callada traición
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VI
Nunca antes había visto un azul
jaspeado de blancas y grises gaviotas
como aquél asomado al Atlántico
Un azul como un ancho silencio
Atracado en el puerto
Encarnado en los rostros marcados
cuyas miradas dicen que nada han de esperar
viendo llegar las barcas
Ahora todos convergen en el sabor intenso
de la sal en el aire
-el viejo deseo de un pasado-
Flota libre el frescor de la sangre
como savia y ceniza
en lento vuelo
la vejez de la sabiduría
La ganancia quizás de estar
desaprendiendo ya la muerte
esa quietud abandonada
perdurable
en la memoria de la palabra
a la que todo arriba
que nadie intenta poseer
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