Revista Alga nº62 - otoño 2009

Sumario
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RESEÑAS BREVES

Canción de ausencia rota de mi Señor Silente,
de Santiago A. López Navia. Ilustraciones de Jesús Gabán.
Poesía, 83 páginas.
Ediciones La Discreta, Madrid 2008.

"Yo nunca me he atrevido a decirte que te quiero/ por no cargarte el alma con un dolor que es mío". De estos versos arranca el motivo y el punto de partida del recorrido poético y errante de Silente, un caballero amante del siglo XXI, que decide voluntariamente su destierro simbólico de su propio tiempo, en busca de todo lo que representa Oniria, su amada. A través de bellísimos y fluidos versos alejandrinos se recupera el escenario de los temas y la simbología de la tradición trovadoresca de la Edad Media que subyace en esta especie de viaje iniciático. A través de la imaginación y de la palabra poética Silente nos muestra su propuesta y su reivindicación. Frente a lo acomodaticio de un mundo cargado de imágenes impuestas, Silente decide construir las suyas propias en lo más secreto de su intimidad. Frente a la facilidad e inmediatez en conseguir el objeto de nuestros deseos, en nuestras actuales sociedades neoliberales, Silente opone la imposibilidad de su amor, por un valor casi exiliado y relegado en nuestros días solo a posturas de orden religioso, que es el de la abnegación, el espíritu del sacrificio que ello comporta a favor de otro ser, patente también en algunas teorías trovadorescas de contención empírico-amorosa. Frente a la trivialidad, la reivindicación de lo sublime y de cierto carácter sagrado y misterioso de la vida como fuente y como fin. Frente al desaforado protagonismo, Silente opone la renuncia a su propio nombre. Frente al histérico ruido, su silencio. Frente a la posesión, la ausencia de la amada y su final despojamiento. Como dice Juan Valera-Portas de Orduña en su excelente prólogo "Oniria es el vacío al que Silente dirige sus palabras, vacuola vacía tejida con la propia textura de su discurso, y así el caballero crea un objeto sublime, un puro vacío, que funciona como objeto-causa del deseo". Son también destacables en el libro las bellísimas ilustraciones de Jesús Gabán, que muestran una maravillosa simbiosis con el contenido de los textos poéticos.


Mejores días,
de José Luis Morante.
Aforismos, 67 páginas.
De la luna libros, Mérida, 2009.

Brevedad, concisión, observación meticulosa de los pequeños detalles de la cotidianidad. Fuerza y afilada dicción que sintetiza un pensamiento o reflexión, utilizando a veces juegos humorísticos con las palabras, y con las posibilidades denotativas y connotativas de éstas. El ojo tras el observatorio de la vida que disecciona la imagen observada, desplegándola, mostrando sus distintas caras y ofreciéndonosla en la bandeja de un pensamiento breve, pero contemplando también su proyección poética. Porque como el propio autor expresa al final del libro "Viajamos hacia los rincones de la conciencia; desde allí vislumbramos las posiciones que dan carácter al lenguaje: los pensamientos sugieren explicaciones, aunque sean humildes o parciales, aunque especulen con los significados". Sirva como ejemplo este aforismo: La mejor respuesta a la admiración ajena es la humildad.


Amarres,
de Esteban Martínez.
Poesía, 82 páginas.
Papers de Versàlia, Zona Blanca, 10, Sabadell, 2009.

"Las amarras son, en definitiva, la manera más sutil de atrapar la memoria, de restaurar la vivencia, de recibir lo que se ha sido desde el conocimiento (¿o tal vez desde el desconocimiento?)". Así se expresa José Mª Muñoz Quirós en el prólogo titulado Amarras: elegía en el agua. Y es cierto que el libro se asemeja a un canto elegiaco de homenaje a la vida desde una pérdida que se va sucediendo de forma gradual, y que por otra parte no provoca ni queja ni apenas lamento. Porque existe la conciencia de un sujeto poético que sabe que recuperará, en esa red de la memoria, la contemplación o la experiencia del instante soñado o vivido. Y a su vez la memoria revertirá al principio que es en sí el fin: la evocación poética del ser que alejándose está cada vez más próximo y vívido, porque es su ausencia la que a retazos va construyendo, en medio de un amplio paisaje marino, el escenario de su presencia, por la palabra y en la palabra poéticas.