Revista Alga nº61 - primavera 2009


Edita:
  • Grupo de Poesía ALGA


  • Dirección:
  • Goya Gutiérrez


  • Responsables de la Edición y Redacción
    del presente número:
  • Goya Gutiérrez
  • Enric Velo


  • Maquetación, composición y diseño web:
  • Enric Velo


  • Portada:
  • Pintura cortesía de Carme Riera

    Sumario
    http://revistaliterariaalga.com/


  • _____________ NIKOLAI GUMILIOV ______________

    Traducción de José Mateo y Xenia Dyakonova

    EZBEKIYEH

    Q ué curioso: han pasado diez años contados
    desde el día en que entré en el inmenso Ezbekiyeh,
    un jardín en el Cairo que al anochecer
    refulgía solemne a la luz de la luna.
    Yo sufría por una mujer, y escapaba:
    ni la sal, ni el frescor de la brisa del mar,
    ni el calor de los exuberantes bazares
    parecían capaces de darme consuelo;
    le rogaba al Señor que me enviara la muerte
    y me había aprestado a acercarla yo mismo.

    Pero aquellos jardines me hacían pensar
    en los bosques sagrados del mundo temprano:
    las palmeras alzaban sus tímidas ramas,
    como niñas que ven en los sueños a Dios .
    Sobre un monte, lo mismo que un druida vidente,
    se elevaba a los cielos un plátano altivo,
    y una gran catarata en aquella penumbra
    era un blanco fulgor de unicornio arbolado;
    mariposas nocturnas revoloteaban,
    entre flores alzadas de vivo esplendor,
    o quizás entre estrellas - tan bajas estaban,
    parecidas al fruto maduro del bérbero.

    Ante aquello exclamé: "No es profunda la muerte
    y no es alto el dolor, cuando miro a la vida:
    libremente prometo, Señor, que jamás,
    en ninguna ocasión, de ninguna manera,
    y por mal que lo pase, hundiré el pensamiento
    en la muerte ligera, hasta ver otra vez,
    bajo el claro de luna, igual que esta noche,
    este plátano, y el palmeral de Ezbekiyeh."

    Qué curioso: han pasado diez años contados,
    y una fuerza me obliga a evocar las palmeras,
    y me acuerdo del plátano y la catarata
    arbolada en la bruma como un unicornio.
    A menudo me giro, creyendo escuchar
    sobre el ruido del viento, entre voces lejanas,
    o en la ceremoniosa quietud de la noche
    el rumor misterioso de un nombre: Ezbekiyeh.

    Sí, diez años, no más: peregrino sombrío,
    es preciso partir, para ver otra vez
    tempestades y mares y rostros extraños,
    y mil cosas que ya no podrán atraerme;
    y cuando entre al jardín, renovar mi promesa
    o decirme tal vez: "Ya he cumplido mi voto,
    desde ahora soy libre"

    De "Ogniennyi stolp" (La columna de fuego) (1921)