ELSA LÓPEZ
CIUDAD DE ZAHRA
C
omo quien va a la siembra a recoger los frutos.
Como quien sale vivo de un dolor sin medida.
Como quien hace tiempo que no ha visto la luz.
Recogidos. Sobresaltados. Únicos en la tierra.
Así fuimos nosotros a visitarte un día,
a contemplar tus calles, las piedras de tus calles,
el aire que giraba sobre las arquerías,
burlaba capiteles, muros y columnatas
y se arrastraba, mudo, sobre los pavimentos
de mármol color blanco, alcantarillas, fuentes,
los jardines y estancias del ejército y guardia
del más grande de todos los califas del mundo.
A contemplarte a ti, Medina Azahara,
efímera y hermosa ciudad de los azahares.
A ti, que llevas nombre de la mujer más bella,
Zahra, la favorita,
a la que amara tanto Abd al-Rahman III.
A ti debo yo un día de gloria en la penumbra.
Y como tú, la suerte de desaparecer un día
a pesar del aroma que perfuma mis trenzas
y a pesar de mi llanto y ser la más hermosa
de cuantas le quisieron.
(Inédito)
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