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Taller de Literatura
El recuerdo y la niebla
en José Jiménez Lozano
por Caridad Oriol Serres
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José Jiménez Lozano nació en Langa (Ávila) en 1930. Con estudios de Derecho, Filosofía y Periodismo, trabajó en El Norte de Castilla, dirigido por aquel entonces por Miguel Delibes, al que más tarde sustituyó en la dirección. Intelectual profundo y riguroso y de una humanidad desbordante, escribe terribles historias de sufrimiento, hambre y muerte.
Su conocimiento e interés por la Biblia lo ha expresado en múltiples y diversas recreaciones de figuras bíblicas, emotivas y poéticas, como en "Retratos de mujeres antiguas", primera parte de su libro Un dedo en los labios. Pero la obra más representativa en este sentido y que tanta alegría ha dado es la novela Sara de Ur. En sus páginas, Jiménez Lozano desliza una encantadora versión de "su" Sara, el personaje bíblico, que en sus manos aparece dotado de una maravillosa personalidad. Con gran independencia creadora, construye múltiples, originales y sensibles motivos. El resultado es una Sara que no conocíamos, una Sara muy alejada de la Biblia; más profunda, más sensible, más enamoradiza, más vital, más bella, más humana…El Génesis (18, 12) alude escuetamente: "Rióse Sara para sus adentros", al conocer la noticia de que iría a ser madre. En Sara de Ur su risa es siempre externa y continua: eso enamoró a Abram. Y a nosotros. La risa de Sara es casi la protagonista del libro, es una risa que enamora y que te acompañará siempre. Es una risa con trascendencia. Al nacerle el hijo, el vehemente deseo de madre que le dedica es: "reirás siempre", y el nombre que lleva el pequeño Is'hac significa risa. Muerta Sara, Abram se siente triste y solo; de ella recuerda su risa y por las noches "de repente se despertaba, porque le pareció que la había oído reir". Abram en su desconsuelo y soledad, sigue preguntando: "-¿Por qué te ríes?-. Pero no tenía respuesta alguna". En Sara de Ur, la risa es la vida, el milagro del amor y la vivencia del amor a través del recuerdo. Abram murió y "fue llevado junto a Sara y se cerró la tumba con la piedra; una bandada de pájaros azules se levantó de ella. Como una sonrisa innumerable". Abram y Sara, juntos de nuevo, envueltos en una sonrisa eterna.
De esta faceta, como explica Amparo Medina-Bocos, "procede la etiqueta de "escritor católico" o "novelista católico" que alguien le colgó y que ha debido llevar como un auténtico sambenito". Ciertamente trata estos temas, pero para expresar su disconformidad con el catolicismo imperante la mayoría de las veces. A eso responden los artículos publicados en los años sesenta en la Revista Destino titulados "Cartas de un cristiano impaciente".
Los importantes premios recibidos responden a la calidad y profundidad de su obra. En 1988 se le otorgó el Premio Nacional de la Crítica por el libro de relatos El grano de maíz rojo y, en el mismo año, el Premio Castilla y León de las Letras. Le siguió en 1992 el Premio Nacional de las Letras españolas, para culminar con el prestigioso Premio Cervantes en 2002
Amparo Medina-Bocos resume las claves de su obra en dos directrices: la reconstrucción del recuerdo y el tomar partido por las víctimas de la historia. En ese sentido, profundiza en las persecuciones infligidas a judíos, al terror desatado en las aljamas castellanas, convergiendo todo ello en el tribunal de La Inquisición. De una manera especial, todo ello puede hallarse en un ensayo Sobre judíos, moriscos y conversos. Los acontecimientos históricos son novelizados, como en Historia de un otoño (1971), su primera novela, que narra el aplastamiento del monasterio de Port-Royal des Champú, donde unas religiosas opusieron resistencia al poder constituido. Dicha obra reproduce el drama humano y religioso de los jansenistas. Como ha dicho el propio autor: "contar eso me parece que ya es desconstruir el prestigio del poder". Pero va más allá, le urge escribir y contar los crímenes y desaguisados que cometen las fuerzas poderosas para desprestigiarlas o hacer tambalear sus fundamentos. A su vez, reconoce y ensalza a las víctimas. Dice: "El rey Sol sólo tenía el poder, pero no las conciencias ni por lo tanto su memoria". Ese es su pensamiento y su sentimiento.
Entre sus múltiples obras, aparte de las citadas, se pueden mencionar: Duelo en la Casa Grande, El mudejarillo, Maestro Huidobro…entre sus novelas. Como libros de relatos, El santo de mayo, Los grandes relatos, El cogedor de acianos…y de su obra poética destacan El tiempo de Eurídice, Pájaros, Elegías menores…
NIEVE EN PRIMAVERA
H
oy la nieve ha caído, lenta,
sobre los alhelíes y las lilas,
y el cuco no ha cantado;
admiróse el lagarto, un ágil nieto
del antiguo, pesado dinosaurio,
que esperaba el sol de primavera,
y fue arrastrando por el frío
su viscoso vientre de político.
Sobre el periódico y sus crímenes
cayó este gran sudario,
la blanca castidad, el velo
para seguir creyendo, el hombre
renovado en un niño que levanta muñecos
y se apedrea con blancos proyectiles.
La liebre, con sus bigotes sorprendidos, mira
las tiernas hojas del magnolio, blancas,
y tu alegría como de un pájaro.
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Poema del libro El tiempo de Eurídice, cuyo título resume con precisión y exactitud su contenido: el tiempo y su implacable fluir, el "tempus fugit", protagoniza la obra. A su vez, Eurídice sugiere el reino del más allá, destino al que somos conducidos tras esa etapa temporal breve y dura, ciertamente. Los poemas aluden a las cuatro estaciones, correspondientes al ciclo de la vida y de la naturaleza; el léxico pertenece al campo temporal (tarde, ocaso, noche, atardecer…) y a fenómenos naturales propios del ciclo de la creación y, en especial, los que inciden en la renovación (salida del sol, amanecer…) Siempre habrá una nueva primavera, un nuevo abril. Pero no será así para el hombre. Con el transcurrir del tiempo llega su declive: el invierno, el frío, la nieve anuncian su fin.
La vida, fugaz y caduca, es también frágil, como "una sombra de pájaro volando" o "una candela en medio del viento de la noche". La época juvenil se expresa a través de la primavera y el verano, donde reina el perfume, el calor, el amor…, mientras el otoño y el invierno expresan la senectud, con su niebla, nieve, nula esperanza: "¡somos tan frágiles!" Con el espíritu de Asís, el poeta dirige una mirada afectiva al entorno natural, a las plantas, flores, pájaros, "esas vidas tan inocentes y minúsculas", que deben esforzarse tanto en su lucha por sobrevivir: "un gorrioncillo se esforzaba, por quebrar la gélida corteza de un jardín de invierno, en busca de un gusano, una semilla".
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El tiempo de Eurídice contiene unos poemas que aluden al dolor del mundo: "sufren los hombres, y el cordero arrancado de la madre, el gorrioncillo asesinado por el águila". A pesar de ello, cabe lugar a la esperanza, aunque poca y débil. Es como una necesidad para el poeta: "quiero sentir su peso, su presencia entre mis dedos".
Libro de la caducidad de las cosas, de la vida y del amor, expresado con palabras del entorno, como ocaso, sol caído…La muerte cercana, pero inminente, aparece en unos términos de fuerza devastadora, como el huracán. Y el hombre enciende "su última candela", pero cualquier esfuerzo resulta en vano, pues la fuerza del vendaval la extinguirá completamente. Mundo injusto e imprevisor, y más con los débiles. El poeta elige los pájaros para expresar los seres más desprotegidos y llega a increpar a la obra de la creación que "entregó a las garras del frío esas criaturas tan débiles".
Nieve en primavera presenta un fenómeno que rompe el equilibrio natural. La nieve, propia del invierno, es una contradicción en primavera. El hombre debe renovarse a imitación del ciclo, parece aconsejarnos el poeta, si no, será como "nieve en primavera". Esa nieve, fuera de tiempo, causa extrañeza a los animales: "el cuco no ha cantado" o "admiróse el lagarto" e, incluso, la liebre "mira con sus bigotes sorprendidos". Las expresiones utilizadas personifican y los animales están caracterizados como humanos (sorpresa, pasmo, frustración…) Pero, al aludir al único vestigio humano del poeta "tu alegría", esta es comparada a la de un pájaro. Esta inversión produce una fusión entre los seres creados. Jiménez Lozano tan amoroso con los animales parece que desee romper la imagen del hombre como depredador y esa estructura circular: animales como humanos / humanos como animales, expresaría cómo debe ser un universo en paz y concordia.
La nieve cae sobre lo dañino, pero lo cubre y sepulta como una losa. Así el periódico, que contiene informaciones sobre las mil y una barbaridades que se producen diariamente en el mundo, es recubierto por la nieve como "un gran sudario" que oculta los crímenes que se cometen. La nieve es necesaria, como es necesario ocultar lo malo para seguir viviendo, para sentir esperanza, es "el velo para seguir creyendo".
El hombre sigue el curso de la naturaleza y su otoño es un ir muriendo hasta su muerte definitiva en invierno. Llegará a su fin un día u otro. La única oportunidad anímica que ofrece el poema es la del "hombre renovado", un viaje de vuelta a la infancia de los muñecos y juguetes. No hacerlo implica desaprovechar la única posibilidad de ir de la mano de la Madre Naturaleza y, al ritmo de su ciclo, renovarse, empezar de nuevo.
Breve poema, grande en contenido. Nos lleva a un universo de pérdidas. El tiempo diluye los recuerdos y nos modifica las sensaciones que teníamos de las cosas. Todo queda atrás y, tras el vendaval, nada es lo mismo, hasta el recuerdo nos traiciona. Un clavel "tan oloroso" está ahora "deshojado" y el amor es ya "sin besos". ¿Qué le queda al poeta? ¿Qué se llevará consigo? Tu risa y tu alegría.
Dulce canto del cuco contiene un poemario alusivo al mundo de los animales; son seres de nuestro alrededor, pero, quizás por eso, a veces no los percibimos o no les dedicamos suficiente atención. En este sentido, el libro ofrece una ascesis, un ejercicio del bien mirar, una alerta a nuestra mirada rutinaria del día a día, ya que los versos del poeta enseñan a mirar y, de mirar, pasar a contemplar. Esta fraternidad con nuestro entorno comporta sus ventajas, pues puede conducirnos a una praxis para resolver nuestras deficiencias y demás problemas. Y es que en estos poemas, un diminuto pájaro se convierte en una entidad de fuerza arrolladora. El cuco le evoca recuerdos de niño, los juegos del ayer, el "amor imposible" del primer amor…todo positivo: "azul". La llegada de una cigüeña equivale a una lección de geografía, ya que como ave migratoria le transmite un mundo lejano, exótico, otra religión…El ave es un punto de fusión de sociedades, de ideas y pareceres diferentes: "tanta blancura, / y teología islámica". La perspectiva es siempre la misma, son los animalillos los que vienen a ti, los que te acompañan, los que te dejan un rastro de alegría. Tú sólo has de saber mirar, sobre todo a sus ojos: "te vigilan como ángeles".
Algunos poemas son auténticas fábulas; por ejemplo, el mundo de los humanos visto por un gallo. Con la dosis satírica propia del género, el gallo en su corral manda a las gallinas que escarben, "por si encontraran un justo, por si acaso". El poeta sabe captar sus miradas la interrogación o la extrañeza y expresa lo sorprendente que resulta para ellos el mundo de los humanos. El poema Los animales contiene toda la filosofía vital de Jiménez Lozano. En primer lugar, existe una equiparación del mundo animal con el humano; ello conlleva que la vida ha de ser igual para todos, incluyendo el amor y el respeto que debes al otro.. Otra idea es la de que vivimos "todos" en un mundo falso, engañoso, tramposo y, consecuentemente, no podemos huir de él: "en una misma red estáis, / en una trampa". Poemario con algunas elegías, como El viejo canario muerto curiosamente tratado con la categoría literaria del "ubi sunt": "¿Adónde está tu canto, ahora? / ¿Adónde?". El dolor de la pérdida no es eterno, volverá a encontrar el animal querido. En cambio, el recuerdo sí es eterno: "tu húmeda mirada / la llevaré conmigo" le dice a su perra atropellada por un coche. El cadáver de una mariposa aún es bellísimo: "más hermosa que las construcciones de los hombres". El poeta exalta la naturaleza y el arte y la belleza que contiene, superior a la creada por la mano del hombre, que destruye por vencer a su rival: "Por eso fue abatida."
Bibliografía
- Medina-Bocos, Amparo: "Introducción" y "Guía de lectura", en Jiménez Lozano, Contra el olvido. Antología. León, Edilesa, 2003.
- Oriol Serres, Caridad: "Por puro amor de puro amor" en "Sara de Ur de Jiménez Lozano" en Cátedra Nova, núm. 2, dic. de 1995, págs. 147-158.
- Oriol Serres, Caridad: "Un dedo en los labios de José Jiménez Lozano" en Cátedra Nova, núm. 7, junio de 1998, págs. 107-117.
CARIDAD ORIOL SERRES, Nacida en Portbou (Girona) en 1944, es licenciada en Filosofía y Letras con especialización en Lenguas Románicas y, posteriormente, en Filología Catalana. Ha desempeñado una cátedra de Lengua Española y Literatura en un Instituto de Secundaria. Se ha dedicado al campo de la Lexicografía en equipos dirigidos por Samuel Gili Gaya y Antoni Badía Margarit; ha dirigido departamentos lexicográficos en varias editoriales (Biblograf, Diáfora…). Cuenta con estudios sobre la obra de José Jiménez Lozano tales como El mudejarillo, Sara de Ur, Un dedo en los labios, Ronda de noche, Maestro Huidobro, Pájaros, Un grano de maíz rojo… En la actualidad colabora con la "Societat per a la difusió de les realitats culturals africanes" (SDRCA) y publica habitualmente en la revista La veu d'Àfrica.
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