
Edita:
Grupo de Poesía ALGA
Dirección:
Goya Gutiérrez
Responsables de Edición del presente número:
Goya GutiérrezEnric Velo
Portada:
"Dansa" (Carme Esteve)
Sumario
http://revistaliterariaalga.com/
EDUARDO MOGA
Barcelona (1962). Es licenciado en Derecho y Filología Hispánica. Ha publicado hasta la fecha los poemarios Ángel mortal (1994), La luz oída (1996), El barco en la mirada (1998), El corazón, la nada (1999), La montaña hendida (2002), Las horas y los labios (2003) y Soliloquio para dos (2006). Practica el ensayo literario y la crítica en diversas revistas catalanas y españolas.
|
|
EDUARDO MOGA
Plaza Universidad
P
aseo por las calles. Veo su vaciedad,
que cuaja en el asfalto,
y se atiranta como un alba
coloreada
de espanto, y engalana las iglesias
y los burdeles,
y no prescribe, y tartamudea.
Flota en la nada
el azufre que soy, el silencio que soy,
el hedor de la muerte, que difunden
gaviotas
oscuras,
cuyos graznidos
atraviesan el día como dardos
de sombra. Veo las gaviotas,
y perros parecidos a hombres, y hombres
parecidos a mí,
que no respiran, sino que malgastan
la piel,
e hipotecan el semen,
y observan
conductas
inútiles:
nacer, hablar, enamorarse. Y veo
la lluvia: la arenosa unidad
del agua
que aguijonea
la tierra,
y el sol sumido en una algarabía
de negaciones,
y mis pupilas saqueadas,
en las que habita
lo ajeno,
lo inerte, lo sin alas, y se cobijan luces
difuntas. En la calle no hay nadie, y, sin embargo,
la gente
eyacula, envejece,
se resigna a sus miembros, no discrepa de ser;
por el contrario,
se da
a la promiscuidad y al polvo:
celebra la agonía;
y el ultraje que implica su presencia
resuena en las criptas
que me componen.
La calle está vacía, pero me abastece
de formas
en las que me disuelvo,
me estrangula con la respiración
de muchos, me deslumbra de negrura
y de deseo.
Los autobuses tienen bocas
calientes
por las que nunca asoma
un río, ni la posibilidad
de un río,
ni cosas
que vuelen. Y el azul
se adentra en lo que no es azul
y le transfunde
su sangre, lo avería
con su escoplo, sojuzga su vidrio magullado.
Un pecho
me asedia:
es el mío. Otros
se ofrecen como bálsamos,
pero resbalo por sus cuestas,
y balbuceo, y me reflejo
en su laca obsesiva,
y apenas reconozco a quienes gritan
mis nombres, y enumeran
mis muertes, y me miran con mis ojos,
desde dentro de mí. No estoy.
No siento las costillas
que me circundan.
No me detengo en los escaparates
que me invitan a ser y me prohíben ser.
No participo de la transparencia
con que las cosas
se tiznan,
y que me abraza
como si me repudïara.
No advierto lenguas, cálices, derrumbamientos, mundos.
No veo, en fin, a nadie amar,
ni a los objetos
reproducirse, ni comparto
el trajín de lo quieto, o el de los insectos
ungidos
al yugo boreal de los neones.
Sólo soy ya
este deambular sin piernas
y sin conciencia de que deambulo,
esta derogación
de la caricia, que me aboca
a un nuevo abismo y me regala
su pulpa desquiciada,
entre cuyas viscosidades
contabilizo muertos que sonríen,
y sus sonrisas.
(Poema XIII de Cuerpo sin mí, inédito)
|