Edita:
Grupo de Poesía ALGA
Dirección:
Goya Gutiérrez
Responsables de Edición del presente número:
Goya GutiérrezEnric Velo
Portada:
"Dansa" (Carme Esteve)
Sumario
http://revistaliterariaalga.com/
IGNACIO GAMEN
(Tudela de Navarra - Castelldefels) es licenciado en Filología Hispánica y profesor de instituto. Como poeta forma parte del Grupo literario ALGA desde su fundación en 1982 y ha dirigido la revista ALGA durante dieciocho años. Ha publicado tres libros de poemas: Palabras de barro (1992), Al caer de la tarde (2000) y Hay estrellas tras las nubes (2004).
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IGNACIO GAMEN
ESPAÑA
Otoño 1974
Salimos tristes del cine.
Sentados en un café
comentamos las imágenes
demoledoras de Saura.
Hicimos amarga historia.
Paladeamos el vino
insípido de aquel año,
maldije del viñador,
gritó loca la impotencia,
y en medio de aquel torrente
inquirió su voz gangosa:
-¿Tú te sientes español?
Mi sorpresa paseó
su rostro inquieto, la calle
silenciosa e impasible,
el aire negro del otoño.
-Cherie, -respiré redondo-
yo me siento en una silla.
H
a pasado mucho tiempo
de aquella amarga vendimia
y ahí te encuentras sentado
cómodamente en tu silla.
Sostienes entre tus dedos
una copa que acaricias
con deleite y en tu boca
se insinúa una sonrisa:
"El vino es bueno -susurras-
han tratado bien la viña.
El vino, ¡qué buen vasallo
cuando el viñador lo cuida!"
Abres los ojos, paseas
lentamente la mirada
por el valle ensimismado
y perdido entre montañas,
te incorporas inquieto,
caminas por la terraza,
te detienes, tus dos manos
se aferran a la baranda
y enfrentas con energía
el verde espejo de tu alma.
Apenas un balbuceo
entre tus labios: España.
Has dicho España y tu voz,
como rumor de timbales,
se amortece en tu cerebro
y se disuelve en el aire.
Mas en tus ojos se lee
un anhelo de luz; y abres
con desmesura los párpados.
Hay en tu boca una suave
-irónica tal vez- sonrisa.
Te adentras con paso grave
en la sala y escudriñas
-ojos de azor- los estantes.
Uniformados de azul,
de oro y de grana, desfilan
por tus dedos trece tomos
de Historia. Mientras los miras
permaneces impasible.
Sólo tus dedos se agitan
muy lentos, como quien teme
pisar en charcas podridas.
Allí -lo sabes- se mezclan
sangre, gloria, muerte, vida,
poder, miseria, lamentos,
himnos, odios fratricidas.
Un espasmo ha sacudido
tus hombros, pecho y espalda,
al tañido repentino
de una vieja campana.
Inspiras profundamente
y vuelves a la terraza.
Acuden unos vecinos
al fragor de su llamada
y los demás -tú entre ellos-
contempláis una bandada
de palomas: son las únicas
-y tú un momento- asustadas.
Cierras los ojos, la voz
cálida de Carlos Cano
te arrulla con sus historias
cantando desde la radio.
Y como un dulce temblor
España vuelve a tus labios...
"¿Dormías? He puesto un disco"
te dice mientras que piano,
violín y chelo se enzarzan,
la orquesta al fondo, en un diálogo
-¿lo sueñas?- de melodías
comunes y timbres varios.
Entre el mercado y tu casa
está tu calle: chirrían
los cascos de los caballos,
rebosan de hortalizas
los cestos y a sus olores
se mezcla el de las boñigas.
La calle es un guirigay
de carros, gente que grita...
Tu padre discute, compra,
carga y pesa mercancía...
Casa, calle, padre, infancia,
esa es tu patria perdida.
La otra patria, la nueva,
la que modelan tus manos,
tus ojos, tu pensamiento,
tu esfuerzo y tu trabajo,
día a día, codo a codo,
con otros seres humanos
en una inmensa cadena
en la que sientes el pálpito,
el aliento y el sudor
de los seres más cercanos
y te interesa el vivir
del que no abarca tu abrazo.
Esa es tu patria y ya puedes
llamarla como te plazca.
Lo que importa es que eres hombre,
que el horizonte se ensancha
cuando caminas y encuentras
nuevas ciudades pobladas
por seres de carne y hueso
que sienten, piensan y hablan.
Tú saluda; y si responden
con similares palabras,
bon dia, egunon, bos dias,
y quieres, llámala España.
Pero dilo sin rubor.
En esta tierra has nacido,
te has criado entre esta gente
con sentimientos e instintos
propios de cualquier humano:
son crueles y compasivos,
idealistas y rastreros,
generosos y mezquinos.
Te emocionan sus paisajes,
te duele algún capítulo
de su historia y te complacen
sus artistas y sus líricos.
Ahora abre los ojos
y deja que tu mirada
se expanda como la luz
de un faro sobre las aguas:
encontrarás cien países
con una historia amasada
de sangre, ambición y muerte,
y otros que ahogan en lágrimas
la crueldad de su presente
envueltos en la desgracia.
No te mires el ombligo:
ellos también son tu patria.
Ellos también, y por eso
disfruta de sus paisajes,
de sus ideas e ingenio,
de su ciencia y de su arte,
del fruto de su trabajo
y riquezas naturales.
Compadece sus desgracias,
haz tuyos todos sus males,
la sangre de sus heridas
es también tu propia sangre,
tuya es toda su miseria,
guerras y llantos y hambre...
Ahora, levántate y anda,
la primavera renace,
aunque tus ojos cansados
busquen reposo en el valle.
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