Revista Alga nº52 - Otoño 2004

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ALEJANDRA PIZARNIK (1936-1972)

Mujer ante el espejo de su noche

por Goya Gutiérrez

 

Poeta nacida en Buenos Aires, el 29 de Abril de 1936, en una familia de inmigrantes judíos  de Europa oriental. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, más tarde, pintura con Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París, donde trabajó para la revista Cuadernos- y algunas editoriales francesas. Publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonín Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Luego de su retorno a Buenos Aires, Pizarnik publicó tres de sus principales volúmenes, “Los trabajos y las noches”, “Extracción de la piedra de locura” y “El infierno musical”, así como su trabajo en prosa “La condesa sangrienta”. En 1969 recibió una beca Guggenheim, y en 1971 una Fullbright. El 25 de septiembre de 1972, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica psiquiátrica donde estaba internada, Pizarnik murió de una sobredosis intencional de seconal.

Alejandra Pizarnik se iniciará poéticamente a los 19 años con “La tierra más ajena”(1955), su primer libro. Todavía hay en éste cierta alegría y esperanza en los mundos y la visión a la que la poeta nos traslada, tan sólo se percibe una nostalgia de la muerte y del suicidio, pero expresada en un tono netamente romántico. La idea de partir, desaparecer en un barco para siempre, será recurrente en toda su poesía posterior, implícita ya en algunos de los poemas de este primer libro como el que lleva el título “Irme en un barco negro”.

 

Otro poema titulado “Ajedrez” refleja la idea de transmutarse en lenguaje, del poema como cuerpo,  “quisiera ser masa lingüística”, nos dice. Verso indicial, trampolín hacia la poesía posterior.

 

Por último se ha de destacar en este primer libro la importancia del epígrafe que lleva de Rimbaud, ya que expresa, muy concisamente, dos polos que en Pizarnik se repiten: la coexistencia de la belleza con su fragilidad y su muerte:

 

Ah! El infinito egoísmo de la adolescencia,

el optimismo estudioso: cuán lleno de flores

estaba el mundo ese verano! los

aires y las formas muriendo (…)

 

Su segundo libro, publicado un año más tarde “La última inocencia”(1956) logra una mayor cohesión en su temática y en su estilo. Hay un lema inicial de la autora –su propia salvación por la poesía-, aspecto que parece tener ciertas connotaciones de los poetas simbolistas franceses. Este credo poético está ya contenido en su primer poema titulado “Salvación”, e implica la resurrección en el despertar a la poesía, la salvación por la palabra.

Es significativa la aparición de la imagen de la noche, reiterada en su obra posterior, como benefactora, como la puerta al mundo del ensueño, a la fantasía, que entroncaría con el romanticismo alemán, en especial con su admirado Novalis y sus “Himnos a la noche”.

 

Salvación

 

Se fuga la isla

Y la muchacha vuelve a escalar el viento

y a descubrir la muerte del pájaro profeta

Ahora

es el fuego sometido

Ahora

es la carne

     la hoja

     la piedra

perdidos en la fuente del tormento

como el navegante en el horror de la civilización

que purifica la caída de la noche

Ahora

la muchacha halla la máscara del infinito

y rompe el muro de la poesía.

 

Sus poemas serán, a la vez, intentos de fusión con la verdadera realidad, y crítica de ese intento por saberlo aparencial, imposible. A partir de este libro, habrá una continua dialéctica entre la noción del ejercicio poético como salvación, y como manifestación extrema de la muerte. Entre ambas nociones se debatirá Pizarnik a lo largo de su obra, ya proclamando la sacralidad mítica de la palabra o su poder conjuratorio del horror.

 

Es en su tercera obra “Las aventuras perdidas” (1958) donde se abrirá definitivamente lo que será obsesión en el resto de su poesía –la conjuración del mundo de las sombras-.  Utilizará un léxico propio de la poesía neoclásica, que se reiterará a lo largo de su obra, y donde será el mecanismo de la combinatoria de esos elementos lingüísticos, lo que los hará prestigiosos, logrando dar gran sentido de coherencia a imágenes de una gran belleza plástica.

 

En su poema “Exilio”, dedicado a Raúl Gustavo Aguirre, confiesa esa obsesión por el mundo de las sombras, como un terrible abismo por el que se siente atraída:

 

Esta manía de saberme ángel,

sin edad,

 

(…)

 

Siniestro delirio amar una sombra.

La sombra no muere.

Y mi amor

sólo abraza a lo que fluye

como lava del infierno:

una logia callada,

fantasmas en dulce erección,

sacerdotes de espuma,

y sobre todo ángeles,

ángeles bellos como cuchillos

que se elevan en la noche

y devastan la esperanza.

 

La noche aparece en este libro también como protectora y deseada, aunque ya no tiene las connotaciones románticas de las obras anteriores. La noche viene a formar parte, a veces, de esa antesala del trasmundo. Compañera, por otra parte, del insomnio crónico y real de la poeta. En el poema titulado “La noche”, ésta es el motivo de una reflexión existencial plasmada sobre todo en las dos primeras estrofas:

 

Poco sé de la noche

 

pero la noche parece saber de mí,

y más aún, me asiste como si me quisiera,

me cubre la conciencia con sus estrellas.

 

Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.

 

Tal vez la noche es nada

 

y las conjeturas sobre ella nada

y los seres que la viven nada.

Tal vez las palabras sean lo único que existe

en el enorme vacío de los siglos

que nos arañan el alma con sus recuerdos.

 

(…)

 

Tal vez sólo exista el juego de la palabra poética en su multiplicidad combinatoria, parece expresar el yo poético. El poema se cierra con un presagio de muerte:

 

Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.

Su lágrima inmensa delira

y grita que algo se fue para siempre.

 

Alguna vez volveremos a ser.

 

La reiterada contradicción revela estados de cariz existencial, a veces expresados con imágenes que usaran los místicos. Citemos por ejemplo el bellísimo poema titulado “El despertar” en forma de oración:

 

Señor

la jaula se ha vuelto pájaro

y se ha volado

y mi corazón está loco

porque aúlla a la muerte

y sonríe detrás del viento

a mis delirios

 

Es el desastre

Es la hora del vacío no vacío

Es el instante de poner cerrojo a los labios

oír a los condenados gritar

contemplar a cada uno de mis nombres

ahorcados en la nada

 

Señor

He consumado mi vida en un instante

La última inocencia estalló

Ahora es o nunca jamás o simplemente fue

 

Pero mis brazos insisten en abrazar el mundo

porque aún no les enseñaron

que ya es demasiado tarde

 

(…)

 

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

Qué haré con el miedo.

 

“El árbol de Diana” (1962) es su cuarto libro. Está formado por poemas cortos, todos en verso libre, plagados de sugerencias, increíbles por su lucidez. La soledad de la conciencia del ser humano se afronta sin contemplaciones y sin renuncias.

 

El yo poético, que aparecía abiertamente en los libros anteriores, va siendo substituido aquí por ese personaje femenino, al que se le van dando distintos atributos literarios :“la pequeña olvidada”, “la que ama al viento”.

 

Los poemas se nos presentan breves y depurados. Su sentido se completa a veces en tan sólo dos versos.

 

 

AHORA BIEN:

Quién dejará de hundir su mano en busca del tributo para la pequeña olvidada. El frío pagará. Pagará el viento. La lluvia pagará. Pagará el trueno.

 

A Aurora y Julio Cortázar

 

…………

 

explicar con palabras de este mundo

que partió de mí un barco llevándome

…………

 

una mirada desde la alcantarilla

puede ser una visión del mundo

 

la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos

 

“Los trabajos y las noches” (1965) quinto libro de Pizarnik, donde vuelve a reivindicar la noche, convertida ya en símbolo. En esta obra adquiere pleno significado. La noche es contradicción, a la vez que ausencia y presencia del otro, temor y seguridad.

 

La contradicción estriba en que el yo poético no puede aprehender todo lo que la noche le ofrece, es incapaz de olvidarse de su miedo y soledad para entrar en comunicación con el exterior, y al final, la derrota, la impotencia, el aislamiento.

 

El olvido

 

en la otra orilla de la noche

el amor es posible

 

-llévame-

 

llévame entre las dulces sustancias

que mueren cada día en tu memoria

 

Amantes

 

una flor

            no lejos de la noche

            mi cuerpo mudo

      se abre

a la delicada urgencia del rocío

 

Los trabajos y las noches

 

para reconocer en la sed mi emblema

para significar el único sueño

para no sustentarme nunca de nuevo en el amor

 

he sido toda ofrenda

un puro errar

de loba en el bosque

en la noche de los cuerpos

 

para decir la palabra inocente.

 

“Extracción de la piedra de locura” (1968). La constatación del fracaso personal unido al agotamiento en el método de la combinatoria de unos términos poéticos, que se constituyen desde el principio sobre la base de una elegida austeridad, empieza a obsesionar a la autora, ésta se debate entre la desesperación insoportable y el rechazo a cualquier tipo de ayuda por parte de los otros. Su “ayúdame a no pedir nada” es claro en este sentido. Es a partir de aquí, cuando Alejandra empieza a dejarse llevar por un lenguaje mucho más visionario y surrealista. Se ha de señalar también la influencia que tanto en este libro como en el siguiente supuso la lectura de los libros de Alicia de Lewis Carroll.

 

Cantora nocturna

Joe, macht die Musik von damais nacht..

 

La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón  muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta.

 

a Olga Orozco

 

Como agua sobre una piedra

 

                                 a quien retorna en busca de su antiguo buscar

                                 la noche se le cierra como agua sobre una piedra

                                                como aire sobre un pájaro

                                                como se cierran dos cuerpos al amarse

 

“El Infierno musical”(1971) constituye el último libro publicado. Continúa el mismo tono que el anterior. Algunos poemas son prosa poética. El fluir del lenguaje muestra el desasosiego existencial en el poema, a través de un discurso surrealista.

 

Infierno musical

 

Golpean con soles

Nada se acopla con nada aquí

Y de tanto animal muerto en el cementerio de huesos filosos de mi memoria

Y de tantas monjas como cuervos que se precipitan a hurgar entre mis piernas

La cantidad de fragmentos me desgarra

Impuro diálogo

Un proyectarse desesperado de la materia verbal

Liberada a sí misma

Naufragando en sí misma

 

 

Finalmente, cabe destacar algunos aspectos biográficos, que probablemente incidieron en su evolución vital y literaria, como pudiera ser el hecho de que gran parte de su familia pereciera en el Holocausto, acontecimiento que para la niña debió de significar un contacto temprano con los efectos de la muerte.

 

Entre los 18 y los 24 años, asistió como alumna al taller de Batlle Planas. Éste era un pintor surrealista. Sus cuadros son escenas espectrales. El interés de la poeta en este tipo de pintura deriva evidentemente de su figuración metafórica.

 

Persona acomplejada desde su adolescencia por su físico, su tartamudez, su asma, su inadaptación. El padre no puso reparos en protegerla económicamente, también pagó la edición de buena parte de sus libros. La dificultad de vivir era genuina, y seguiría manifestándose a los treinta igual que a los veinte años, pero ahí justamente intervenía el personaje para verosimilizar a la persona real y justificarla. Para ella la literatura tenía un único compromiso, con la calidad. Por otro lado, la calidad operaba una clase de eficacia, de magia práctica y realizable: la volvería una gran poeta, aceptable y celebrada. Realmente consiguió hacerla triunfar de todas sus dificultades, salvo a cambio de su vida.

 

No tenía paciencia con las novelas, y en general fue una lectora más de intensidad que de extensión. Mostraba desconfianza hacia la narrativa. También Borges le fue por completo indiferente. Sin embargo, excluía de esa desconfianza a cierta narrativa poética como Djuna Barnes o la Aurelia, de Nerval que veneraba.

 

El paisaje poético en el que eligió colocarse en los años de su iniciación era crepuscular. Con ecos de la “Generación de los cuarenta”, que conjugaban neorromanticismo y neoclasicismo. La intención general era la “poesía pura”, poesía que trataba de la poesía. Este programa fue el del movimiento nucleado alrededor de la revista Poesía Buenos Aires, fundada y dirigida por Raúl Gustavo Aguirre, apreciable poeta. La revista en cuestión se publicó entre los años 1950 y 1960, y ahí fue donde Pizarnik encontró su primer lugar propio. El otro grupo, por momentos cercano a éste hasta la identidad, era el surrealista. El surrealismo tenía como ventaja, haber puesto en sus propias listas a los poetas más atractivos (Nerval, Rimbaud, Lautréamont), a artistas e intelectuales desde El Bosco a Freud, o a los románticos alemanes, contenido inagotable del que Alejandra Pizarnik siguió sacando inspiración. Dentro de la órbita surrealista, había dos poetas que ya entonces eran los más admirados: Olga Orozco y Enrique Molina. Con la primera Pizarnik tendría una relación que excedió la literatura.

 

Pizarnik, con su cultivado aire de adolescente definitiva, su falta de empleo y sus vagas promesas de autodestrucción, fue adoptada por todos ellos con entusiasmo unánime, y de hecho,  todos la sobrevivieron y no dejaron de dedicarle alguna composición poética postmortem.

 

En cuanto a su estilo, Alejandra aprovecha ese escenario de los surrealistas, pero invierte el procedimiento de estos poniendo la evaluación, el “Yo crítico”, al mando de la escritura automática. En Pizarnik el dictado sonambulístico no viene del inconsciente, sino de la conciencia crítica, lo que parece contradictorio, pero es lo que da ese tono único a su poesía.

 

Los surrealistas, como otros tantos Rimbauds y Lautréamonts de la realidad, historizados y explicados, y por ello legitimados, se piensan a sí mismos, y esto es lo que hace del surrealismo un sistema de lecturas, y lo que hace de cada surrealista un doble histórico de los grandes poetas del pasado.

 

En Pizarnik, el mundo estaba disponible para la percepción concreta de sus riquezas, pero el aparato subjetivo autobiográfico puesto en marcha para ello estaba condenado a una especie de narcisismo abstracto.

 

Viviendo sola en París, y en la ciudad que había servido de escenario a las locuras de Nerval y Artaud el objetivo al que tendía en última instancia su proyecto literario y su personaje no podía sino consumarse.

 

<<En el estadio final de su poesía, el personaje autobiográfico aparece ame-nazado por una figura femenina que es el mismo personaje en la orilla opuesta de la juventud, de la inocencia y hasta de la razón (…) Es el último avatar del doble, cuya presencia insidiosa queda reflejada en una bella fórmula de El infierno musical:

 

“Tanto estás del otro lado que te confundo conmigo”>> (*)

 

 




BIBLIOGRAFÍA:

 

http://www.iacd.oas.org/interamer/interamerhtml/hayduhtml/hay_cp3.htm

 

CÉSAR AIRA, Alejandra Pizarnik

Beatriz Viterbo Editora, Rosario (Argentina), 1998

 

BORDELOIS IVONNE, Correspondencia Pizarnik,

Editorial Seix Barral, Buenos Aires, 1998

 

CÉSAR AIRA, Vidas literarias: Alejandra Pizarnik (*)

Editorial Omega, S.A., Barcelona, 2001

 

ALEJANDRA PIZARNIK POESÍA COMPLETA

Edición a cargo de Ana Becciu

Editorial Lumen, Barcelona, 2002

 

ALEJANDRA PIZARNIK, Diarios

Edición a cargo de Ana Becciu

Editorial Lumen, Barcelona, 2004

 

 

 

Artículo realizado por Goya Gutiérrez:

Forma parte del grupo Alga de poesía. Es licenciada en Filología Hispánica y profesora. Autora de los libros de poemas “De mares y espumas” Ed. La mano en el cajón, Barcelona, 2001 y “La mirada y el viaje” Ed. Prima Materia, Vic (Barcelona), 2004.