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ALBERTO TUGUES
EJERCICIO DE MUDANZA
No le quedaban más que restos y, sin inmutarse, delante de todos, se tocaba el lado muerto de su vida, de su alma.
Tenía recuerdos transparentes, pelados: lo que más le gustaba era pasear arriba y abajo por el pasillo de su casa, esparciendo rasgaduras de papel, de recuerdos, por el suelo encerado.
Una vez conoció a un ser deforme (cuya forma no viene a cuento describir), a quien pronto se pareció cuando empezaron a quererle menos.
Hasta que un día se quedó demasiado rato de pie mirando a la realidad, sintió una ligera corriente de aire a la altura del alma, cerca decía del lado más frágil; y se dijo que aquel era un buen momento para estirar la vida sobre un lado y no mirar más.
Fue así como desapareció detrás de unos árboles, con el recuerdo pelado entre las manos.
Ejercicios breves de eternidad
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