Y cuando sientas sobre tu hombro, fría,
la mano de la muerte, no te gires;
dale conversación, llámala "hermana
muerte", como el de Asís, y continúa,
sin extrañarte, andando con tu rumbo.
No te preocupes si hace algunos trucos
para llamarte la atención, tal como
aguantar una llama entre los dedos
sin una queja, o entreabrir las puertas
en perfecto silencio. Sin mirarla
fijamente a los ojos, ve pasando
cautamente a sus manos cuando quiera
la dura piedra de afilar guadañas.
Y que cumpla su oficio pulcramente.